lunes, 14 de abril de 2014

Los ojos del universo (Casa de Luz, II)

Escombré raíces solas, amargas
kilos de sabiduría sin camino
dos o tres toneladas de peso espiritual
y liberé en amor la memoria del polvo.

Nacieron entonces las flores cantantes
las pieles de dios emulando los mares enterrados bajo el suelo
las frutas ensalzando tu saliva
los frutos de los árboles enhiestos como tu cuerpo
dentro de mi cuerpo.

Nació el verdadero país que fuimos
yo y el aire
yo y la tierra ahora húmedas
yo y el agua sin tormenta, dulces
yo y el fuego sagrado que imponemos a las cosas

pues todas han de servirte a ti
Señor de mi vida,
a partir de esta nota y hasta que le cierre los ojos al universo.

Como polen esparcido, tus estrellas logós
ahora una alfombra de estrellas y volcanes para la noche.

Preparada está mi Casa, Señor,
llega aquí desde siempre y para siempre
el segundo en el tiempo que gustes
como lo has venido haciendo
desde mi infante recuerdo de tus pasos.

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