lunes, 14 de abril de 2014

Atalaya

No quiero otra bendición
que tu carne habitando la paz.

No pido otra bendición
que la fundación de tu presencia de único rey
entre ciegos de amor por causa de la nanomisericordia.

No escucho otra bendición
que tu oído cantándole a esta Mar
las formas del viento amante y su brújula.

No veo otra bendición
que tu lengua inscribiendo signos de oro

una mañana de abril sin nombre
idéntica al invierno y la primavera:
todas son una misma
todas son el recuerdo futuro, pasado y presente
de tu poderosa llama de amor que absuelve
y cura absolutamente mi todo.

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