Yo sabía que existía este tremor de palmeras silentes
escondido en el iris negro de este mundo
que me tocó encarnar como yin sin riendas.
Nunca supe, en realidad no tuve ganas,
de entender que a este don se le llama libertad
y es demasiado difícil de consensuar
con otros parajes internos
e incluso entrelazar
la memoria de lo que no ha sido y sin embargo pienso
con la bendita maña de los otros
a tomarme como crucifijo en tiempos póstumos a la cuaresma.
Soledad le llamarían los románticos.
Creo que es amor a la causa y el efecto,
y ese estoico sentimiento de acatar
lo que la bola de billar te regala
cuando la disparas con el corazón.
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