Una zanja de tierra se llenaba
con una pala el hueco se tapaba.
Y el sonido los oídos desvirtuaba:
difícil era discernir
entre el ruido natural y el de la rústica maquinaria.
Y en la zanja de piedras alrededor
se ponían cual camino protector
mientras que en cada piedra se alojaba
una gota de sudor y una mirada.
Tan pura, tan sagrada
que la propia zanja apenada estaba.
Como nadie le preguntó a la zanja su opinión
la elección de aquellas manos fueron decisión
de quien a cambio de unas monedas las puso en acción.
Y aunque la pala tampoco fue requerida
para saber si conforme estaba con las manos ofrecidas
ella dolor sentía
de ver que esas manos cargarla no podían,
pues el largo de su mango
sobrepasaba el del dueño de aquellas manos.
Quien por no tener más remedio
pese a ser un niño,
la pala usaba para la zanja cubrir con empeño.
Una zanja de tierra se llenaba
con la infancia de niño se tapaba.
Y el ruido urbano el sentido desvirtuaba
del amor por el infante que por dinero trabajaba.
jueves, 10 de julio de 2008
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1 comentario:
Mi estimada Marlén.
Me pregunto si algún día dejarás de asombrarme. Aún quisiera saber como escribes tanto y tan bien. La casualidad ha sido muy benévola al acercarme a tus letras. Y créeme que no es cansado leerlas en vorágines y ríos, en especial cuando cubren el corazón.
Mariposa con insomnio, ave cantarina... yo diría que es tu luz la que alumbra. Yo no sé si te comprendo. Pero creo saber a qué te refieres con no comprender el diario vivir.
Considero un honor tu visita en mi espacio y tus comentarios. Seguiré visitando :)
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