Después de todo, ¿qué de malo tienen las lluvias torrenciales?
Debo verlas más como regalos de un Tláloc-Dragón escondido
que como una afrenta o un castigo.
No hay regaño de los dioses.
Finalmente, he podido ser lo que quiero ser.
Hoy pude ver en la lluvia y el cielo nublado
la oportunidad de lavar mis penas
de enjugar mi llanto
de volverme toda nueva
para mi camino rehacer.
Por eso digo, ¿qué de malo tienen las lluvias torrenciales?
Son ninfas prestadas por alguien más sabio y bondadoso
que por un Hades en vías de perecer.
La lluvia ayer mojó mi cara
mi cuerpo y mi corazón todito.
Los lavó y perfumó de su esencia
y me regaló un dormir tranquilo
(como el de los niños recién nacidos
como el de los abuelos que nada tienen qué temer).
Las lluvias son instantes sagrados
habrá que verlos así
antes de fenecer.
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