viernes, 26 de diciembre de 2008

Soy

Soy las bancas apeñuscadas de caderas sonrientes, pensativas, dolientes, nostálgicas. Soy el instinto protector de las madres-paloma que les enseñan a sus hijos a decir "no gracias" a las migajas de chocorroles y globos de colores de dudoso sabor azucarado. Soy un montón de luces y guirnaldas en los muros de los señores que al paso de los años provocan plantones en mi piel.

Cuando era niña
me llamaban arenilla
llegó una pala y varios señores
me vistieron de cantera
y unos hoja-perenne
alusaron mi cuerpo.

Mi destino me fue delatado al paso de los años: pronunciamientos de personajes importantes, reclamos sordos que nunca nadie escucha, fandangos de gente que se agrupa para ver a las musas de carne y hueso que aquí se plantan, con las maderas que retumban en mi cabeza, y que al día siguiente me dejan una cruda de basura y buen humor.

Los barrenderos
esos amores tibios
traen plumas de púas
y me acarician despacito
a veces maldicen
(que si la gente no respeta
que si los borrachos
que si las madres que no saben educar)
pero lo hacen siempre por amor.

Hoy soy un centro universal de un día de la no memoria de recuerdos tristes. Entre mis células están entreverados monitos que asustan a los niños de mamá y animan a otros a brincar los blandengues barandales para platicar con ellos; los hay de todos los tamaños (niños y muñecos): hora se ve un niño-reno, hora una señora-virgen/madre del niño dios.

Sé lo que se siente ser correteador de palomas. Sus pasitos huelen a hierba fresca, por mucho que sus ojos no la conozcan. También sé el sabor de dos labios fundidos y acaramelados, seguros de no ser vistos excepto por la humanidad que se da cita en mi.

Al fondo, dos ancianos
esperan la muerte
hoy llegaron ataviados
de alegría de los cuarenta
el traje bien planchado
la piel arrugada y con olor
a paso de los años.
Hablan de la nada vestida de familia gorrosa
hablan de lo que era la vida en la Tierra
hablan de lo que quieren ver después.

No sé por qué, pero me chocan los zapatos enormes de los güeritos alzados. Siempre se acomodan entre las ninfas con los senos al aire y los arbustitos enjaulados para tomarse fotografías frente a una catedral que llora por el síndrome post quirúrgico: ella, la alzada, la churrigueresca, ahora tiene una piel lisa y radiante que choca con su abolengo de más de cuatrocientos años de historia.

Y aún así la sabemos bella
el palacio de enfrente
siempre la corteja
pero siempre habrá un muro
de ideologías necesarias para la vida
pero no para el amor
de sus arquitecturas.
Lo he visto alumbrarse en septiembre
y ella tañe sus campanas más fuerte
como para darle alas
a sabiendas de que las piedras
no se mueven ni por gracia de Dios.

Desde el lunes soy un encanto: maravilla estelar de árboles coníferos y cosas redondas como mi madre Tierra, de color rojo granada y foquitos amarillo sol. Soy la delicia de los niños, la esperanza del soñador triste que piensa que dejará de ser solitario, el beso entre un mismo sexo sin reparos, las mujeres chimoleras que entre más cuchichean más hermosas son.

Soy la Plaza de Armas
Santiago del Saltillo me parió.

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