Lavar sin tallador
era una afrenta
en tiempos de la revolución
cuando lavaba
mi desconocida bisabuela.
El tallador desapareció
y revive
en las preguntas machistas
de mis interlocutores
de esporádicas fiestas
suerte de albur sin chispa
discurso futil contra el absurdo feminista...
A mí me da por pensar
que les faltó lavarse la cabeza.
Mientras tanto
echo la ropa con el encanto
de quien sabe que una máquina inteligente
suplanta mis manos
que se habrían partido con el detergente
mientras yo escribo estas líneas torpes
porque no tengo nada más qué ofrecerles.
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