Hay algo fulgurante
en las pupilas de los transeúntes
imaginan que son campanas
y cantan
los dientes blancos, las sonrisas latentes.
En sus ojos está sembrado el recuerdo
de la llegada de un rebelde con causa
y en silencio recogen en su ADN
los movimientos de anhelo
los mares rojos de esperanza.
Hay algo fulgurante
en el andar de las mujeres y los niños:
su paso es alegre y confiado
en sus bocas hay un día
en el que todo está permitido.
Que vengan los manjares
los abrazos y las azucenas rojas de esta tierra
el heno y el musgo en el rincón
frente a la alacena
evoca con pastores barrocos una trillada escena:
una estrella de belén guía
a tres sabios para adorar al Cristo
de una feneciente era;
Mientras que varios sabios aún no nacidos
entre las nubes violáceas el rito contemplan:
ellos saben que un nuevo Cristo vendrán
y por ello su llegada esperan.
Hay una luz enmedio del pecho
de los míos
los maguitos y tragafuegos no morirán sus sueños
esa especial noche;
no habrá escarcha de egoísmo
ni fuego que contra la fraternidad luche:
Hay un sol que fulgura desde temprana la semana
y se instala
emperador de esta noche.
jueves, 18 de diciembre de 2008
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