martes, 20 de mayo de 2008

A Love Supreme

Escucho a Coltrane y el corazón se me hace agua... "A Love Supreme"...¿hace cuánto que no vivo esto?

Las lunas pasan y son otras sus caras. No recuerdo bien la última vez que un trozo de su mejilla apareció con certeza en mi ventana. Sí, yo solía verme en ella, hablar con ella, vestirme de ella. Pedirle a ella lo que hoy otra vez no tengo: esas ansias por vivir el otro lado de su faz, a lado de un ser alado que me deje vivir dentro de él y al mismo tiempo afuera.

Y bailo. Bailo con mis dedos, como si el ahora estuviera entre el ayer y el no sé aún. Alguien me ha esperado toda su vida. Me pregunto si algún día podré saberle vivo. Me pregunto si algún día podré estar donde él.

Y me deslizo. Como agua que soy esta noche, me convierto en susurro anidado en ecos acuáticos, explosión de cascada dulce cuyo tiempo lo dispone a desgarrar su propia prisión. Abro el pecho y sale de mi interior una cascada roja que va directo hacia el ser que aún no le sé en mi mundo a ciencia cierta...pero puedo palparlo con el corazón.

Y me diluyo. Como azúcar y sal que soy esta noche, me diluyo entre sus dedos, impolutos y brillantes. Me diluyo en su saliva, en el humor vítreo de sus ojos que imagino penetran cual taladro mis miedos y los redime cual héroe épico de la más bella gloria griega. Salgo de sus pestañas para adentrarme en sus poros. Soy savia agridulce que conmueve sus años de vida en otros lugares, otros corazones. Otros yoes y otros sabores.

Y me despierto. Como sueño que fui, que he sido y que seré. No hay puertas en esta realidad de humos y camiones de ruidos exasperantes. Pero sí hay ventantas en las ciudades paralelas a mi existencia y a la suya. Un punto de conexión me une a su larga lista de ideas y proyectos inacabados. Es la distancia del ombligo de Coyolxauhqui hasta la otrora Ciudad Dorada donde me engendraron. El espacio - tiempo nunca pudo ser más maravilloso y desesperanzador para mí.

Y danzo. Como danzante que fui en este valle de lágrimas. Siempre golpeé fuerte la tierra por saberla mía. Siempre giré en mi propio eje por saberlo impulsor de una realidad crepitante e inenteligible para quienes sólo observan un tetrabick de senos, caderas y piernas morenas. Siempre giré sobre mi propio eje por saberlo impulsor de unas alas escondidas en mi espalda cansada y dolorida.

Y canto. Como cantante de sonidos no figurados en la mente de nadie. Canto para matar el desasosiego que me provoca saberme poseedora de esta realidad unilateral. Comprendo que mi canto no se escucha aquí.

Y camino. Como caminante sin rumbo y con la plena esperanza de saber que algún día llegaré a ese lugar, a ese espacio-tiempo donde sus manos, sus ideas y su pasado-futuro incierto me esperan.

Me pregunto si él hará lo mismo. Me pregunto si él estará esperando por mí también.

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