sábado, 3 de mayo de 2008

Ecos

I

138 días, muchas horas de ensueño y la creación entre tus piernas. Fuegos que se apagaron y reencendieron, explotaron y renacieron. Un montón de planes por hacer, inmensidad de lugares qué visitar, miles de anécdotas para contar en tu ancianidad.

Todo estaba listo. Como nunca antes lo hubiera creído. Sus besos eran fuego inaprensible y tus labios sonreían por primera vez en todos tus años aquí en la Tierra.

Por fin la vida había hecho una tregua: te dio el honor de elegir.

Y sus labios se abrieron. Y te abrasaron con la intensidad de sus dos lunas en cuencas de porcelana. Un te amo magnificado te revivieron el alma tras el temblor de su ausencia autoimpuesta. “Nunca más te dejaré”. Hay palabras que resuenan hasta el lecho de la muerte.

II

138 días, muchas horas de ensueño y la nada entre tus piernas. Fuegos que se apagaron y reencendieron, explotaron y fenecieron. Un montón de planes por hacer, inmensidad de lugares qué visitar, miles de anécdotas para contar en tu ancianidad.

Todo estaba estado listo. Como nunca antes lo hubiera creído. Sus besos serían fuego inaprensible y tus labios sonreirían por primera vez en todos tus años aquí en la Tierra.

Por fin la vida te haría una tregua: te daría el honor de elegir.

Pero sus labios no se abrieron. No dijeron siquiera el eco de tu amor exaltado.

Se te paró el alma. Se te heló la razón. El corazón palpitaba a destiempo… Unas patas de gallo salieron en menos de tres semanas junto a tus ojos de 288 meses. Y azotaron los cinco años, ocho meses y veintitrés días que gastaste, regalaste, inmolaste y volaste como cohete de fin de año en pos de tu amor.

De pronto, todas las canciones se hicieron viejas. A tu medida. Perfectas. Le acompañaron los acordes de tus decretos: día tras día olvidaste vivir para viajar en el ayer de tu etapa feliz, en el futuro incierto de aquellos ojos miel que te amaron sin lugar a dudas, pero que hoy ya no están contigo.

Lloraste. En silencio y de a poquito. Creíste oír su voz, tu celular y sus pensamientos -de los dos. Te subiste al tren del vértigo para dejar atrás el dolor. Bloqueaste toda suposición, sentimiento y desazón. La incertidumbre se volvió esperanza, y toda tú te volviste más eterna, bella y sensual. Voluptuosa para todos, excepto –así lo creíste tú- para la piel de arena clara y ojos penetrantes.

Y pasaste muchos días. Y muchas puertas. Y muchas realidades y sueños.

Y ahora estás en este punto donde la nada, el caos y la felicidad son uno sólo. Sabes y ves que venció el corazón: fuiste feliz con él el resto de tu vida. Tu perseverante amor absoluto-completo-total te lo permitió. Toda para él.

Y pasaste muchos días. Y muchas puertas. Y muchas realidades y sueños.

Y ahora estás en este punto donde la nada, el caos y la felicidad son uno sólo. Sabes y ves que tuviste razón: huiste a tierras lejanas, donde el olvido, tuvo en sus manos y en su piel transparente el nombre de protección. Amor absoluto-completo-total a cambio de tu luz morena de tierras rojas y vibrantes. Todo para ti.



(Escrito el 30 de abril de 2007)

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