Vertiginosa luz, eclípsame hoy que ya no veo
tus ojos, tan como de llamas de un magma sin fin.
Qué mineral te diría que eres grande
como un regalo sin aristas para saberlo abrir,
o qué espejo rebotaría el canto metálico
de tus acordes de grito amarillo.
Tú arrasaste la concupiscencia de sus nombres
con el suspiro de las flores de tus manos.
Tú vendrás a quemar el reducto de mi ojo inerte
y a tapiar de orgullo tierno su reflejo.
Vertiginosa luz, eclípsame hoy que ya no veo.
No puedo olerte,
sentirte,
tocarte.
Imaginarte.
Eras una y te llamabas de muchos nombres.
Hoy, en el silencio,
por cada letra que recuerdo y en mi intento callo,
una explosión divina se apaga
y me arde en las entrañas.
Vertiginosa luz,
eclípsame a la hora de la transmutación de la materia que fui.
Hazlo pegada a mí.
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