Primavera que renaces
en un trozo de la tierra
extiende tu abrazo, florida fiera
subyugando a la amargura en tus fauces.
Recorre, voraz, los cantos tenaces
de las víctimas de la grava erigida a pesar de sus piernas
que día a día su cabeza hunden en la arena
de un falso sol de rayos procaces.
Implanta la urgencia de tus etéreas ropas
junto a los atávicos deseos de una clara magnificencia
que venga y rompa el horror bebido de las copas
de vivir este siglo en franca decadencia
donde unos laxos dicen amor y otros se guarecen en las metopas
nostálgicos de otro tipo de turgencia.
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