Canto a la vida en medio del escombro:
la sinfonía cinética se ha instalado
en el negro de quien todo lo puede ver
y por eso lo canta.
Canto del blanco al ausente,
canto que atraviesa al oro de la palabra furia.
Canto de las aves de la inocencia
y de un lado a otro del universo.
Canto mortuorio.
Canto de los vencidos.
Canto de una luz divina cuyo nombre no ha dicho.
Canto impenetrable por egos marchitos.
Canto inamovible,
canto de laúdes a reyes recién nacidos.
Canto que no se anula en el tiempo.
Canto que le huye a la humillación y el desencanto florecido.
Canto a la vida en medio del escombro,
himno a la naturaleza muerta que deja lo ingrato
en el alma pura.
Canto a contracorriente
para enmendar la sumisión de las sonrisas precedentes.
Canto a prueba de muros
y letras suspendidas.
Canto a prueba de disfonías pasajeras
y de pausas desiertas.
Y si el silencio arriba
es porque trae la nota precisa.
Y si el silencio arremete
y se incrusta en tu sala
y hasta en la cuchara con la que comes
estos bocados de fe de hace meses,
es porque descifra en tu canto, ¡oh, diosa de las esferas!
la perpetuidad de tu reino
por sobre todas las musas efímeras de este mundo.
viernes, 11 de marzo de 2011
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