Yo podría permanecer
en el vórtice de tus ojos azules,
pléyade bendita de palabras extraviadas.
Y ver y comprender
y admirarme (otra vez)
del origen de los ritmos
del canto primigenio entre los hombres
y los pétalos endecasílabos
con que se enamoran las mujeres.
Si tan sólo estuvieras cerca.
Si yo supiera que es para mí,
mar sin sal
laberinto marmóreo pero turgente,
el remolino con el que caminas la Tierra
...aunque fuera unos segundos.
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