Casa de luz,
vórtice donde rompe el viento,
en mi recuerdo apareces
como un relámpago que el estallido callaba.
Instalada estás en la distancia.
Trazas tu línea y se la das al aire que enfurece
en este lado del mundo.
Cuando estabas aquí,
solías revestirte de cristal en las noches tibias.
No había sol que derritiera tus entrañas.
A canción de cuna
tu muro y tu carne nos sabían.
Entonces mi yo multiplicado en todas las bocas del mundo
decía la palabra "puedo"
y el universo sus estrellas esparcía.
Un sueño como de otra existencia
nos venía en calidad de paz
en el tálamo de leche tibia de Vía Láctea.
Casa de luz,
canto en un raudal argénteo,
envueltos estábamos en tu matriz de fuego azul.
La lluvia entonces no dolía
y la fe tenía sabor de fruta dulce.
Hoy sólo queda el temblor acuoso y faríngeo:
El mapa del éxodo en tus puertas dibujaste
y al éxodo nos fuimos tus moradores.
Casa de luz,
qué habrá sido del calor de tu cuerpo.
A quién habrás abrigado estando tan sola,
cristalina,
mientras raspamos nuestros pies
en el magma burlador del centro de la tierra.
Casa de luz,
babel electrónica despojada de huellas dactilares,
nunca pude oír tu canto de metal en otro hogar.
¿Qué será de nosotros?
Vuelve tus ojos a nuestra desnudez,
abre tu boca amarilla
y envuélvenos en tu verbo.
Casa de luz,
jauría de ventanas ladrando viento.
Casa de luz,
tropo indescifrable y universal.
Casa de luz,
écfrasis divino de todas las cosas muertas.
Casa de luz,
casa de luz,
casa de luz.
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