Tengo una furia
que no se exime con cuentos
no se sublima con la eternización de mi efigie
y no se extingue con besos pasajeros.
Algo me debe este mundo.
Lo sé y lo callo.
Así aprendí a sobrevivirme
entre el fango de la estulticia
la insensibilidad
y la falta de amor sagrado.
No quiero íconos
tampoco miel derramándose en vano.
Quiero ver anaqueles de supermercados
en las bocas de los muertos de hambre.
Páginas enteras al amor que nos creó,
cristalinos,
eones atrás.
Tinta derramada
a favor de un beso cierto.
O la muerte.
O mi grito atrapado en una bolsa de papel
que jamás se reciclará
porque lo que es mío
está destinado a seguirme el alma
incluso más allá de mi inexistencia
sobre esta tierra de absurdos
que opacan las maravillas
vistas desde el sol
y los montes renaciendo
cada día
al morir la angustiante noche.
miércoles, 24 de noviembre de 2010
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