viernes, 19 de noviembre de 2010

El sonido de la luz (II)

El sonido de la luz
me es anterior
a tu nombre y al dolor que me enclavó en aquel muro olvidado.

Canta en latín las constelaciones,
forma los mapas subterráneos
de todas las cosas no dichas.

Me entregaré a sus notas
antes que perder la cordura no humana
-y para deshojar los tiempos de otros sabios
mientras encuentro el sentido de mi vida-.

Abro mis manos:
quien ejecuta el sonido de la luz
me ha soplado una llama tibia.

Resguardo mis heredades
para no perder nunca
el único hilo conector
de mis huesos con el universo entero.

1 comentario:

Javier F. Noya dijo...

Dolor de amor perdido que nos devuelve a al búsqueda-intento de descubrimiento de la armonía secreta del saber, ese subterráneo saber del ser sensible, la sospecha de que subyace en todo lo que es materia, sin ingenuidades, resguardando la propia, no vaya a ser cosa de que al encontrarla no haya materia para disfrutarla! Sensible y filosófico, o no tanto esto último...en fin, un reciente afiebrado no puede pensar bien. Besos.