Tus manos de alabastro y azúcar
tus manos de río encendido
tu verbo encarnándose en mi deseo opulento
de ver y existir las lunas todas.
Tu luna llena que viene a mí
para contarme los juegos de Pakistán
las cartas de viaje de Marco Polo
y de cada pueblo, su sonrisa.
Tu corazón incendiándome
tu corazón como un árbol de cerezas.
Eres absolutamente cierto y mío
dador de pureza amante
soñador de luceros compartidos.
Soy la costilla más feliz del mundo
una arcilla parlante de tanto amor
una mujer que se mira en el espejo
y llora y ríe a la vez
como si el tiempo se detuviera
para admirarla, plena.
sábado, 8 de noviembre de 2014
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