sábado, 8 de noviembre de 2014

Tus manos de alabastro y azúcar
tus manos de río encendido
tu verbo encarnándose en mi deseo opulento
de ver y existir las lunas todas.

Tu luna llena que viene a mí
para contarme los juegos de Pakistán
las cartas de viaje de Marco Polo

y de cada pueblo, su sonrisa.

Tu corazón incendiándome
tu corazón como un árbol de cerezas.

Eres absolutamente cierto y mío
dador de pureza amante
soñador de luceros compartidos.

Soy la costilla más feliz del mundo
una arcilla parlante de tanto amor
una mujer que se mira en el espejo
y llora y ríe a la vez
como si el tiempo se detuviera
para admirarla, plena.

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