jueves, 6 de noviembre de 2014

Siento que la historia ancestral
del hombre mayor y la niña
se tejió con hilos de miel ventral
por los surcos de la vida

pues la niña descalza
lanzó morena su carne para ser fecunda
pues el guerrero armado
besó los pies de la luna
y por eso las canas.

Siento que la historia del tiempo
en realidad es una consecución
de actos sin medida.

Se fundan deber y presencia
se escarban hormigas indiscretas
para sosegar la rutina

y entonces la vida se aparta
de los frutos de las versiones
del barco que bebió las olas
o del ave que rasgó los cielos.

Siento que la historia ancestral
del amor y sus batallas
son falacias de corazones agrios
de jarritas de agua oxigenada:

El amor no se combate
lucha allá afuera
y como los cazadores al anochecer
un bisonte de pasión
entrega a la luna llena.

El amor no es postergadas citas
ni indiferencias de husos y alegrías.
Es la permanencia de la nada
la incertidumbre de lo que se toca
con el alma.

Siento que la poesía
es una fórmula traída de Dios
con sus letras griegas
y sus números de luz.

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