lunes, 17 de noviembre de 2014

Poemas al Almirantazgo II

Llevo tu pluma como un verso
sentado en la orilla de mi corva
haciéndole cosquillas desde el fondo de su tinta lechada
mirando como quien no ve
la fruta centelleante.

Llevo tu jugo ambarino como testigo
de lo que ha sido y fue
una canción de dioses despiertos desde el Olimpo
diciendo que siempre será
la promesa de los mares todos.

Llevo tu flor rojísima como tu cabeza
anindando en mi cuerpo rojo
llevo tu calor de recién nacido
al arbitrio de mis manos.

Y porque te llevo conmigo y soy de agua
a veces a mis aguas te lanzo
y te lavo y te nado
y te hundo en el placer de casi treinta siglos
convencida de tu eco ahora completo
de tu eco que fue éxodo
para llegar a mi lengua
y besarme y nombrarme
como el único puerto de tus días.

Llevo tu amor como un acierto divino
y la tarde se vuelve oro
y estoy aquí, mi vida
bailando sobre sales y piedras
como la primer vez que te amé
porque esto es mi cuerpo
y tuya es mi existencia.

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