Estoy ávida, sí.
De platicarte que llevo
tus fonemas cadenciosos en mis faldas.
De presumirte que de nuevo soy un amanecer
con labios de granada.
De llevar tu sonrisa en mi pezón prendada.
De sembrar tu voz en la entrepierna de mi madrugada
momentos antes de vivir una tarde de cine mudo.
De ser un manto de amarillo cisne
que te cubra cuando estés solo
y pienses que en el silencio no habito
porque mi casa está solamente en las palabras.
Estoy ávida de soplarle al viento, tu padre,
este núcleo de besos y deseo,
esta esfera de mar con el yin de todos mis nacimientos.
De untarme la parte de ti que más fluya
-aparte del tintero.
De reírme otra vez
mientras mi deseo de ver morir al mundo detengo.
De muchas otras cosas estoy ávida.
Hablaré de ellas el día
en que tu lengua y tu voz pueblen el reino de mi cuerpo.
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