Avidez de algo, no sé.
De mirarte sostenidamente un día entero.
Sacudir nuestros marasmos
pensar en todo aquello categorizado
como el simple qué sé yo
y luego vivirlo, decirlo, tocarlo.
Avidez de besar tus labios.
Avidez de oírte a mi lado.
Avidez de juntar carreteras,
avidez de jugar a ser un sol que no queme jamás.
Avidez de perpetuar
el minuto tierno de esas noches
en que no hablamos nada
pero nos abarcamos intransigente y rojamente.
Avidez de sembrar tu voz entre mis piernas
parir un nuevo cielo
gritar la palabra vida y estar viva y contenta.
Tengo avidez de ti,
de presumirle al mundo
que inesperadamente he vuelto a nacer.
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