Hay una cuerda desgastándose en las inmediaciones de un cuello
que no fue
no asido desde el núcleo del útero que lo soporta
-no inventes, inocencia flamígera, coordenada 30-30-.
Desgarra a este viento,
le roba su dentadura
(marfil de fin de semana
acostumbrado a morir entre llantas lloronas).
La clava muy adentro
de ese agujero hecho con lápiz
sempiternidad de un barco feliz.
Adónde voy yo,
no he oído de aquellas olas que solían enmarcar mi nombre.
Marco el terreno de lo ingrato:
si dios fuera un chofer de la 13B,
yo tendía las tetas más grandes que Marilyn Monroe.
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