domingo, 22 de agosto de 2010

Babilonia

Qué plasta sueñas,
rojo compacto entre mis añiles tiernos.

Qué relojes desarmas con tus labios
o qué sueños desgarras con tus fauces de luz.

La Babilonia que construiste a lo largo del valle
ahora es un pantano de plúmbagos,
jardín botánico para una zombie
que no deja de llover tu nombre
porque no es septiembre y yo tengo hambre de tu carne.


Ayúdame.

Incéndiame.

Háblame.


O no: mejor olvídame.

Solo así se fulminan las historias ovales
la universalidad de la elipsis del sol
y los esteros de mi patria privada y absorta en nosequés de medio tiempo.

Cúmpleme otra vez la maldición escrita en mi lunar en triduo:
aún siendo tú quien eres, no dejas de ser hombre.

Y tampoco has estado en mí.

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