El prístino ulular de búhos amamanta
la no total superficie de la tierra.
Se ha ido.
Ha muerto.
Hay una noche sin un pedazo de noche.
La cristalina lluvia prometida
sólamente alcanzó para humedecer la rabia:
son instintos, no proezas
los castillos regalados desde tu sombra-luz,
mujer ígnea.
Dime por qué lo has hecho.
O mejor no me lo digas:
Escarificarías el surco que dejaste cuando niña.
Porque tú y sólo tú
sabes el sabor del grano de azúcar en mi lengua acre
tras el paso del mistral, horas antes de tu nacimiento.
En canon repito la oración de mis días:
El prístino ulular de búhos amamanta
la no total superficie de la tierra.
Se ha ido.
Ha muerto.
Hay una noche sin un pedazo de noche.
Lo tengo dentro de mi vientre.
En días voy a parir otra noche
al otro lado de este mundo.
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