sábado, 3 de julio de 2010

Once

Sacudiste la ciruela que por ti
en mí habitaba en dulce onirismo libertario:
lo permití porque soy suicida y amo al mundo.

Era en un once y nadie pareció advertirlo.

Desgajaste el mazapán de mi playa con tus dos manos,
yo te dije que tomarlo así era una blasfemia.
Temblaste de hastío, ¡oh, tú, temerario brutal!
Para ti un sismo es cosa de jugar al yoyo.

En undécima letanía te mueves, hola, te dice el absurdo.

Zarpaste en un bulto de arena y lodo,
viajaste en la marea dando vueltas en otro hemisferio
-largo, dúctil, dulzón, ensimismado-
dándole un nuevo sentido a un fragmento de la omnia:

Menos once, la cruz movió su eje.

Hurdiste una tela para no tomarme nunca
en ella reposo mientras deshago la historia.
Desmenuzo un huracán que desde mi boca anda corroyéndome el techo.

Olvidaste un argumento aritmético:
No será un once lo que pueda desescribirnos.

Navegas, marinerito ignoto, donde los bienamados de Hades;
su mar se agota ya en mi frente.
Lo siento
lo espero
lo guardo
lo magnifico
lo agradezco.
Te he conseguido el lugar más majestuoso
para tus majestuosos días de no existir.

Déjame tu lienzo ajado en señal de paz
y desfigura la sombra que me hará mella en las pantorrillas
días y noches, pasadas ya todas.

Quieras o no,
estarás como partido desde ayer:
Los demás números aún me pertenecen.
Yo soy la reina que deshace el tiempo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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