Dime qué hacer con esta lengua que me quema a solas,
tú que estás colocado en el entrecejo de mi vista
cansada ya de ver tantos neones.
Si cuando intenté matarla, resucitó en el tres que le da fuerza
a mi nacencia.
La metí en mi osamenta,
le dije que esperara
y ahora en mí revienta en estas ganas absurdas de morder
tu pan
justo a la hora en que te reinventas dentro de otros sueños.
Dime a qué puedo jugar mientras no existes durante tu ausencia,
tú que estás vivo en mi entrepierna al cruzar la frontera
de lo real y lo onírico;
tú que te encuentras al otro lado de la línea del teléfono,
meciendo mi ternura entre tus labios tristes.
Dime si puedo dejarte pasar o no.
Dime si es esto en lo que deseabas verme convertida
antes de tomar mi éter y pasearte un rato por mi cosmos.
O desmiénteme la guerra iniciada
por dos seres que aparentemente no necesitaban ser tan sinceros.
Dime cuánto son dos más dos:
mis díasnoches y los tuyos,
tan acostumbrados a viajar solos
creyendo que sólo así
perderemos la costumbre de siempre sentirle húmeda y frágil a Soledad.
Dime qué hacer con esta lengua que me quema a solas.
Dímelo en un momento
de tus pocas horas libres:
Para así sentir que no me pierdo en tu no tiempo.
Para construir una casa de naipes en lo que llegas, ufano,
a perturbar mi cuerpo con tu risa de sabelotodo verificado.
Para cubrirme de rojo el cuerpo en lo que arribas a mi rajada intacta, triunfante,
a matar mi pasado violento con tus palabras
que soplan primeros auxilios e ígneos deseos en mis oídos.
Para regalar mi boleto de tranvía a alguien realmente desafortunado
y quedarme aquí, a clavar mis rodillas hasta cansarte el sexo
mientras tú lames con tu boca de viento la cúspide de mis pirámides enanas.
Dímelo sin florituras ni terciopelos
(esas te las cobro en la garita tres de mi universo viviente):
Quiero creer que las cositas de nada como yo
también podemos hacer algo útil con el fuego
obsequiado por nuestra madre Venus
en el freeway de unas manos como las tuyas.
Ésas que desearía tanto estuvieran donde yo
a estas horas de luna dorada y plagas estelares .
Ésas por las que encararía gustosa
las aburridas y mundanas jornadas.
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