Los decibeles calman los caminos empedrados
cuando se forman en hileras melódicas,
exhortos al consenso musical
a estrecharse las manos y a rodearse por la espalda
el pecho y la cintura
con un millar de seres vivos
rojos, sinceros,
brotando de los labios
y como atravesando calles enormes
hasta construir un puente indiviso.
Somos mantras
y somos jazz
y somos el piano y el cello
y la batería y la guitarra
y la voz más perfecta
esta noche.
¿Puedes sentir en tu piel eriza
la vibración del cielo
riéndose con nuestra innata gracia
para deslizarnos en sus notas divinas?
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