Virgen del Centurión de Orión:
no pidas por mí,
ni por mis afanes inconexos de arreglar el mundo,
ni por la soledad que bardea mi casa interna,
si antes no has limpiado
el dolor del desmembramiento
de tus hijos y la tierra,
si antes no has emitido fuego de rosas
para aluzar tanto líquido purpúreo involuntario
vagante por el mundo a falta de continente que lo ame.
Si antes, y sólo antes,
no has olvidado la importancia
de tu sexo y tu nombre,
tus caricias, mujer, madre amante,
en las lentejuelas de este tejido social
que aún te ama
¡oh, señora! -y tantísimo-
y te sueña y te señala
como lo único de este mundo esperable.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario