¿Acaso debo yo
alejar mi mano y mi ojo tuerto
de mi país
para poder entender la lluvia y los maizales
teñidos de rojo?
¿Es preciso mentir la tierra
su arado,
ese dedo infecundo
que rasguña,
no canta?
Línea, línea, línea.
Frontera, no,
hoyo de sangre
lo que palpita en el asfalto.
Puede que.
No puedo cerrar los ojos.
No quiero cerrar los ojos.
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