Mis protestas no escucharás
y en mis sienes la agonía no vislumbrarás
como tampoco el agobio observarás
salir de mis ojos, como años atrás.
Esta vez no voy a pelear
y no daré pauta a tu brutal forma de pensar
a los necios solo hay que dejarlos hablar
que ya por mi cuenta la verdad te he de demostrar.
No me opondré a tus decisiones
ni tampoco llenaré tu actuar de maldiciones
amor y compasión por los míos serán mis provisiones
y de un futuro esplendoroso serán colmadas mis visiones.
Eres libre de hacer lo que te plazca
al fin y al cabo no podrás retener cuando nazca
la fuerza que en polvo convertirá
tu ambición y tu avaricia desaparecerá.
No soy el único que de ti se quita el yugo
mucho antes de que el exterminio traigan los tuyos
porque, sabes, una nación tan grande
es vulnerable a infortunios y avatares.
Los castillos que sobre la sangre edificas
con su fluir se irán, para qué te mortificas:
los imperios son grandes, pero no eternos.
La historia nunca ha contradicho mi argumento.
Los laureles y los olivos
tan pronto se esconde el Sol
quedan en el olvido
como en el que ahora sumerjo
tus vanidades y tus locos empeños
de dominar la grandeza del mundo que te ha dejado perplejo.
Escrito el 10 de Octubre de 2004
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