lunes, 12 de mayo de 2014

Cuántas falanges de dios serían necesarias
o le harían falta a tu cuerpo y al mío
hasta conseguir la proximidad de la carne,
cuántas para remojar la piel en amoroso éter
y luego desaparecer el llanto y las córneas
en un beso y un lazo sexual más que ombligo o hilaza.

Lazo de sexuado amor amante y amado.

Ninguna por esta noche o quizás todas.
Ninguna por el fin de los tiempos o tal vez hasta la renovación de las tardes
su transfiguración en camiones o trenes o aviones
postales con chips teletransportadores
de buenas nuevas y buenas caricias y buenas piernas
y buena verga y niña buena.

Lo tuyo es venirte como asido por la luna de júpiter
cantando coplas de tu padre Mercurio.
Lo mío es esperarte renovadamente virgen
y recibir, en amoroso, épico encantamiento
la virtuosidad de tu tacto y tus falanges benditas.

Por eso creo que ninguna, Amor sereno de morena playa...

Cuántas falanges le daremos a dios para que ame al resto del mundo,
esa sería una cuestión nuestra
aunque un poquito soberbia.

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