lunes, 12 de mayo de 2014

Canto no. XI

Tu rostro que es abedul y ciprés
y un trozo de corteza dulce
y un poquito de savia azucarada.

Tu rostro que es cercanía de abetos
y promesa de sándalo y puma
y anarquía de nubes estivales.

Tu rostro que es la particularidad de la selva
y la generalidad de las catarinas.
Tu rostro que no olvida nunca nada
salvo el rencor de los países y las teorías.

De las mareas y la plástica encendida
hablando a merced de la hora en que nadie se comparte o tradita.

Tu rostro de alfombra de flores silvestres,
tu rostro, canción de niño orgulloso de su infancia.

Tu rostro de zafiros de seda lunar.
Tu rostro de presagio de invierno sin niebla.

Por sus pliegues de lunas y mantras solares,
yo canto y te busco en el silencio
palabras para conversar de ti con el viento
que es lo mismo que hablar y decir
la inmensidad y la dulzura
de la infinita cara que desborda su luz
en los negros mares por los que te mira mi alma.

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