Expíame, noche,
de este pecado de quererlo todo
dentro de mí
a orillas de mi periferia
en el borde de mi memoria
cayendo lento en el precipicio de mi genio.
Expíame,
dama azul índigo,
de mi puerta siempre abierta
y sola
y vacía
y seca de tanta humedad silenciada.
El deseo inacabado se hizo para los solitarios;
la soledad, para los que nacimos
con más de un corazón.
Yo ya no quiero decir más axiomas.
Me basta la expiación
del rápido aliento de un tiempo desplumado
a orillas de todo lo que ha sido
en esta ilusión
del pecado original.
ALIGERA MI PASO
voy directo hacia la nada del Sol.
miércoles, 19 de mayo de 2010
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