En los pies cansados
bajo la redonda inmaculada
y entre los ojos del mar del cielo
hay campos azules para celebrar.
Con las manos vacías
y el pensamiento al acecho,
con la memoria de orquídeas
y el corazón medio muerto
hay campos azules para celebrar.
A través de los minutos
con los nosequés enredados en la falda
vaso abierto a la desesperanza
ego furtivo incapaz de saltar.
Y entre tantos y tantos diamantes
sobre el cielo a tono con el canto élfico
no hay otro regalo
que esta soledad hecha hostia y sin dios
porque, en verdad os digo
que únicamente existen
campos azules para celebrar.
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