lunes, 31 de mayo de 2010

Ciento treinta

Me viste sola y me enviaste ciento treinta minutos
de magia envuelta en pétalos de loto
frotando mis hombros de metal.

Tu voluntad al final
ha sido magnánima con mi melancolía.

Y yo que te creía sordo, Dios.
Ahora más bien te creo algo caprichoso,
amante de hacerme aquello que tanto nos une.

La terquedad de hacer la voluntad última
y entregarse
sin mediación ni permisos de nadie.

No hay comentarios: