Traía mi propio huracán incrustado en la panza
un cielo turbio en el cabello
la mirada de alien para acosar unicornios
y una horda que constriñe mi vuelo
vigila mis pasos
aturde mi futuro.
De pronto tus yemas abrieron la fuente
destilando zitarrosas y cantos de paz
que a veces no entiendo
pero siento y persigo.
Atrapé la leche y la miel de la madrugada:
ya puedo dormir en paz,
el tambor ahora está piano
y el huracán ahora es un bello mar
que abraza con sus faldas saladas y azules
las cuatro puntas del mundo.
Tú me has dado una cuna
para acomodar en paz
mis acumulados desvelos.
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