No hay peor muerte
que aquella resultante
de vivir otra vida y a oscuras.
Gracia iluminada, en tu morfología sin carne,
todos los desamparados de este mundo
miramos los mares plagados de hermosas estrellas.
Del mismo modo que encajas tu puñal
entre nuestras costillas
y haces nacer otro ser aparte
que vigila y reproduce nuestras tristezas.
No esperes ser atendida
recordada o entendida
con la profundidad de estos tiempos:
Si a los demás no les sabe tu mano
profusamente absortos en el pragmatismo diario;
si a ellos tu tacto es un momento para obviar,
no es culpa tuya:
Tanto mejor, danos más,
señora mía,
tanto como para creer
que volvimos a nacer
después de tanto tiempo de estar muertos.
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