jueves, 24 de junio de 2010

A la poesía

Amante mía,
o debí decir, ama mía: soy tu esclava:
más valdría morir ciega
antes que abrazarte queriendo a otra.

Puedo decirle a los demás
la importancia nula del escándalo en mi vida
la marginación cotidiana
de sus sopas y pláticas indiferentes:
cero frente a mil por tu coro en mi vientre
tus pestañas magentas
tus piernas largas
tu mano dulce.

Tu presencia invisible
ante los ojos enfermos
del pragmatismo del de enfrente
la vileza del caudillo
la burla del bufón usurpador del arte.

Dueña mía,
dejemos al mundo hacerse rojo sangre:

Es un hipócrita.
Merece este calvario.
Merece tanta luz de reflector
tantos amigos
tantos halagos.

Tú no te mereces
su rasguño de uña podrida.

Quizá tampoco mi beso.

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