lunes, 14 de julio de 2014

Pon tu beso en mi mejilla: aspírame.
Soy una mandarina a cielo abierto dialogando
con tu dorada fuente,
soy el valle de Virgilio cantado
por la bucólica mandolina.

Soy la mujer de las mariposas lilas
la que liba tu ámbar hasta volverse verdadera.

Pon tu cuerpo para que yo lo alabe
como los panes sagrados de una era
donde la fe habla más que mil versos.
Déjame acariciar tus manos:
tuya soy, Líbano sin Beirut
Japón ardiendo entre cerezos amantes.

Pon tu compás alrededor de mis pechos
guíalos con tu brújula de azúcar.

Soy la mujer que tiende su amor
a tus pies en silencio,
la que te lava la cara con su cara
y daría la vida por tu vida.

Pon tu beso en mi garganta: háblame.
Como un pescado divino saltando
por encima de las negras aguas.
Soy la espina vencida que una ciudad
en tu honor esculpe:
Primavera de Córdoba sin visa,
alegría de los plátanos entre edificios,
mariposa vuelta flor por tus manos.

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