domingo, 6 de julio de 2014

Los cisnes que no contarían
más allá de la década de los ochenta.
Semillas de calabaza. Flor de algodón
enredado en el pelo negro 
que te vio partir quince años después. 
Son las mismas películas que tengo
las que agarran e irrumpen por la ventana
un domingo luminoso
cuando celebro el amor a distancia
y mi alma se traslada a una fe
en la piel morena que aguardo 
después de tantísimos días. 

Memoria de julio, creo.
Sacaría mi kodak '90.
Ya no tiene caso aprehender las semillas. 

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