jueves, 24 de julio de 2014

Eucalipto, cuando él me llama
por el nombre de su corazón
mi propio nombre es un mar en brama 
y mi corazón transita del verso al fuego. 
A la ternura de mujer y niña,
al momento febril en que en silencio
ruego a dios que jamás su voz acabe. 

Eucalipto, de veras traigo ansias de su boca,
todo el tiempo, normalmente
a las horas que subyacen a mi alma
y a la dermis
y a mi terquedad neuronal. 

Eucalipto, dame el oro tiempo de las tortugas
para esperar mis manos en ti
y no sentir brasa ni nieve cuando él 
se vuelve ausente. 

Eucalipto, dile que lloro a ratos,
por ejemplo, cuando sus dedos
toman la rutina muy lejana de mi cuerpo, 
o cuando florecen mis rosales
y él está en los engranes del tiempo pagador. 

Eucalipto, dile que luego ya sola me contento,
lavo mi cara con lluvia de montaña
me visto de tarde fresca en julio 
luego canto
luego su rostro a mi rostro llevo
leyendo su oración nacida en cada orgasmo. 

Eucalipto, si puedes volar tu piel, 
entonces, vuela la mía para proteger a su cuerpo. 

No hay comentarios: