lunes, 9 de junio de 2014

Puerta, no respondas
todos los sabios privilegios
los eruditos marchitos en polvo y alcohol
no sirven de nada.

Oh, tú, lenguaje
tantos versos, tantas palabras
tanta herida mortal de tus hijos cegados
de ti
de cuanta bondad les negaste
pues fueron en busca de su patria
cuando la patria era algo más
que paginar en blanco el deseo
y titular al amor
que entre los vivos edenes estaban.

No te cansas, tú, bendito,
no quisieras de pronto
abrir el misterio de la inocencia

llorar tu infortunio sobre el pecho de ella
cantarle al Cid que no vuelva
ni a las bylinas que hablen de ti
cuando no estuviste preparado
para el honor de su poesía.

No preferirías conservar la noticia turgente
de un mar no localizable
del delfín que guarda las notas del amor niño
contenidas en tu cuerpo virgen
que murió entre las páginas del beligerante, egoísta mundo.

Encontrar la luz en el otro
es algo más que hallar un precioso espejo,
mírate, mírame
ya no somos amantes de lo mismo.

Pues aunque sigamos amando la palabra
tú eres el museo y la antorcha
y yo sabré darle vida a cada sonido
con este amor
que me nace de otro venerador de los cielos
escritos con puño y alma
y que también se despojó de su pequeña rabia
para entregarse, en blanco y a la vez escrito,
al mundo que ahora con su beso me obsequia.

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