domingo, 22 de junio de 2014

La hora

Es hora de penetrarme
palma con piel
una tela de Arabia traspasando
el sudor de tus poros.

Es hora de fecundar de dátiles mudos
dulcísimos
la imperiosa necesidad de llamarnos uno
o dios
o uno mismo sin serlo como antes.

Tómame como a los perfumes sauditas
sírvelos sobre tu pecho
como maple en transición al almizcle.

Tapa mis oídos:
yo quiero despojarme de los fantasmas del mundo.
Enrédame la boca con tu hálito sexual
y después rómpeme con tu ola
este rostro de yeso

rostro de reina por ti sedienta
rostro de niña con pezones erguidos
y la entrepierna muy abierta a tu cincel
rostro de cuerpo presente
arando en tu cuerpo la fantasía del fuego
instalado en nuestras mentes
rostro de mano insistente
invocando al supremo deseo
hasta ser éxtasis completo
y luego dejar de llamarnos amantes

Amor compartido
luz de ciudad inmensa navegando
por un único vientre.

Es hora de penetrarme
y no dejarme ir por los resquicios de una mañana
o una tarde sin tu voz.
Es hora de embestirme
y asirme contra tu pecho
en caso de incendio o impulso exórbita.
Es hora de señalarme los vestigios divinos
por los cuales yo te amo y lo haré siempre.
Es hora de desvestirme
insisto, es hora de penetrarme
y encontrar el destello anhelado
por tu corazón.

Es hora, Amor.

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