viernes, 27 de junio de 2014

El primer beso es la puerta del cielo
tocando el alma. 
Es rabia sublimada que no se vence
voluntad de sol y luna 
para nombrar sin un nombre al amor 
entre las capas sonoras del tiempo. 

Yo a tu beso lo esperé la eternidad y un día, 
Yo a tu saliva la creo 
como el agua de tu alma ofrecida a mi,
a mi esencia a ella unida.
Hemos hundido los cuerpos 
para resurgir en el único tiempo 
de los frutos de la primera flor sobre la cuerda. 

Besaste mi alma, Cielo Nuevo y Antiguo 
Templo de Bizancio y Moneda de Viento Universal
con los pliegues osculares del dios 
cuyo prana ha dejado en tu boca, 
invencible, indestructible para mí,
la reserva porque habríamos de encontrarnos. 

Y he aquí que nos hallamos 
en el beso más sublime 
de todos los besos de nuestro siempre. 

El primer beso contiene la magia inalienable
la fuerza suprema y la pureza. 

Somos dos ángeles besándonos entre los niños
la banca de invierno primaveral sin cobrarnos las espaldas. 
Somos las calles dormidas, cómplices de madrugada
de este amor nacido para oír las estrellas. 
Eres el afeite y la dulzura del aire
la plata de la luna que nos ama. 
Soy el inmenso amor que unilateralmente tomas
y que unilateralmente entrego a tu boca. 

El primer beso es la repetición del latido divino. 

Llegaste esta noche otra vez y también es jueves. 
Me besaste por sublimada primera vez. 
Y simplemente vengo aquí a escribirlo. 

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