miércoles, 4 de junio de 2014

Mi regalo no es la parcela
o las cinco varas con las que levantaríamos
los muros de la gente y su rutina.

Mi regalo es este aire libre y perfumado
una primavera total y eterna
por donde transitan tus plantas
cargadas de girasoles y magnolias.

Creo en la divinidad y su mandala favorito
escrito en tu cielo y el mío
una misma carne y su latir, los ojos del infinito
arrastrando avatares con sus enamoradas olas.

Mi oración es una parcela de estrellas
desde donde nace y se renueva siempre
este amor que abarca nuestras vidas.

Mi oración es tu cuerpo durmiendo
bajo la dulzura del encino
y mi brazo elongado hasta tu frente
tan solo para cantarle
vamos, niño amado, la casa está en paz.

Perpetuamente hemos de girar
conforme la vida nos llegue
siempre compartida, siempre distinta
un volado de moneda de oro 
definiendo las alas del maíz con que fuimos hechos. 

Vamos, hombre alado, vuela para mí 
y déjame volar contigo,
que de leche azucarada están llenas las luces
y las nubes su terrón de azúcar y pan
aguardan a nuestro bendito beso. 

Vamos, cadera, pies que bailan,
junio de estrella y Joyce.
Vamos, eco de Hamlet y Macbeth,
turgencia de mil horas apostadas
a la perpetuidad de nuestro encanto. 

Reinventa para mí el lenguaje
que yo reinventaré la música.

Es hora, siempre lo es:
amemos el aire que nos circunda
hasta hacerlo brillar de concierto amante. 

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