martes, 3 de junio de 2014

Háblame, Olivo, de los hilos de Horacio
construyendo esta tela
por donde mis ojos ya no pueden ver
ni mi boca habita su palabra.

Háblame, tierra, del trayecto
de las nubes de Virgilio
y su condensado paso
por el muslo de mi amado.

Que todo es musgo y liquen
si él no da la primavera,
que todo se vuelve palimpsesto
cuando su voz aquí se estalla

inmarcesible canto de ónix y semen
cuchillo de oro que desuella mi sordera.

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