lunes, 19 de septiembre de 2011

Médula de poeta

Ahora no me queda más
que recurrir a la gracia
de la memoria.
Y escribirte mi poesía
hasta que mi lengua quede callada de ti,
o mi saliva prefiera guardar una gota
del sabor de tu boca
-tu boca, que habla de Aristóteles y de Hegel,
tu boca, que desmitifica la nebulosa
del pasado,
tu boca, que conoce el proceso
de la lluvia sideral-
en vez de escribirla
en el papel que ahora no ven tus ojos.

Porque tus ojos azules
solamente eran el acabado final
del kit de tus neuronas
que cautivó mi médula de poeta.

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