De blanca efervescencia cual bromuro
titilaban tus pupilas en la magnificencia
de la tersa piel morena
con olor a durazno y yerbabuena.
De etérea luminiscencia del fósforo
brillaban los hilos sobre tu cara
y el sol su garbo apagaba
sabiéndose suplantado
por tu enérgica mirada.
De bermejo batallón
tu sonrisa enmarcaba
el pulso de la sangre sobre la arena y las aguas
valiente cerbera de las tiranas
observadora silente de la nostalgia.
De ondas de un mar de marfil
tus vestidos giraban:
era la luz del mediodía lo que las adornaba
el encaje hace rejas sin decir nada
y en tus rejas me cegué
mujer inalcanzada.
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