jueves, 11 de diciembre de 2014

Mi hombre está callado.
Ajusta sus pies a las nubes
camina y guarda el oro
del poquito sol
para pintarse su sueño.

Ajustado a los lindes del deseo
mira pasar el escarceo del mundo
y recuerda que hay en mí
una llama que lo inunda. 

Mi hombre desconoce
que él es mi sueño.
Que estando despierta lo sueño mejor
y que al dormir me fundo en él
mezcla de deidad y vagabundo astronauta.

No tengo prisa y de a poco
le digo: yo te amo

frotándole las manos
acariciando sus orejas
abrazando lo que hay en él de malo
y me hace insistir
abrazando lo que hay de él de bueno
y me hace insistir.

Mi hombre es un ser alado.
Comerá pollo de sus propias manos.
Oirá mi voz decirle que estoy aquí
que no quiero una cápsula para sus miedos
ni ser burbuja para envolverlo

que quiero vivirme con él
el vértigo y la flor
el desquiciamiento y su cansancio
el deseo y su agonía distante
el amor y su pureza a prueba de todo.

Mi hombre tiene una mujer
que lo admira demasiado
más allá de la poesía.

Mi hombre tiene una mujer
que lo vive como el éxtasis divino
que lo toma como un regalo celestial
que lo ama como se ama una vez en la vida.


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